Desde ayer domingo, Tuxpan vive uno de los momentos más sagrados y conmovedores de su historia religiosa. Con el descenso de la imagen del Señor del Perdón, elaborada en pasta de caña, nuestras calles se llenan de fe, devoción y esperanza.

Cada hora, familias tuxpanenses se turnan para velarlo con amor y respeto, cumpliendo con ese juramento de nunca permitir que nuestra guarda espiritual abandone el municipio. Es más que una tradición: es un acto de unión, identidad y profundo sentimiento.

Este evento, considerado el más grande del ámbito religioso en la región, no solo reúne a los hijos ausentes que regresan a casa, sino que atrae a visitantes de todo el mundo, movidos por la espiritualidad y el fervor de nuestro pueblo.

Y mientras el pabellón cultural vibra con las mejores fiestas del sur de Jalisco, en lo más profundo de nuestros corazones se vive otra celebración: la del espíritu, la fe y la promesa cumplida.

Más del 90% de nuestra comunidad participa con respeto y amor, sin dejar de lado otras creencias. Porque en Tuxpan, la fe no divide, la fe une.